La explicación de este mito, que ha
constituido un obstáculo para los teólogos, puede ser la llegada a Palestina de
pastores hebreos altos y bárbaros a comienzos del segundo milenio a. de C., y
su adaptación, mediante el casamiento, a la civilización asiática. En este
sentido "Hijos de El" significaría "los adoradores propietarios
de ganado del dios-toro semita El"; "Hijas de Adán" significaría
"mujeres de la tierra" (adama), las agricultoras cananeas
adoradoras de la Diosa, notorias por sus orgías y su prostitución premarital.
Si es así, este acontecimiento histórico se ha enredado con el mito ugarítico
según el cual El sedujo a dos mujeres mortales y engendró con ellas hijos
divinos, a saber Shahar ("Aurora") y Shalem
("Perfecto"). Shahar aparece como una divinidad alada en el Salmo
CXXXIX. 9 ; y su hijo, según Isaías XIV. 12, era el ángel caído Helel.
Uniones entre dioses y mortales, es decir entre reyes o reinas y plebeyos, se
dan con frecuencia en los mitos del Mediterráneo y el Medio Oriente. Como el
judaísmo posterior rechazó todos los dioses menos su propio Dios trascendental
y como El nunca se casó ni juntó con mujer alguna, Rabbí Shimon ben Yohai, en Genesis
Rabba, se sintió obligado a maldecir a todos los que leyeran "Hijos de
Dios" en el sentido ugarítico. Evidentemente, esa interpretación seguía
siendo corriente en el siglo II d. de C., y caducó solamente cuando los Bene
Elohim fueron reinterpretados como "hijos de jueces". Elohim
significaba tanto "Dios" como "juez", y la teoría era que
cuando un magistrado debidamente designado juzga una causa, el espíritu de El
lo posee: "Yo dije: Sois dioses" (Salmo LXXXII.6)
Este mito es citado constantemente
en los Apócrifos, el Nuevo Testamento, los Padres de la Iglesia y los midrasim.
Josefo lo interpretó así:
Muchos ángeles de Dios se unieron
con mujeres y engendraron con ellas hijos que eran despóticos y desdeñaban
todas las virtudes, tal era la confianza que tenían en su fuerza.
La opinión de Josefo, de que los
Hijos de Dios eran ángeles, sobrevivió durante varios siglos a pesar de la
maldición de Shimon ben Yohai. En una fecha tan posterior como el siglo VIII d.
de C., Rabbí Eliézer dice en un midrás: "Los ángeles que cayeron del Cielo
vieron a las hijas de Caín paseándose y exhibiendo sus partes secretas, los
ojos pintados con antimonio a la manera de las rameras; y, seducidos por ellas,
las tomaron como esposas." Rabbí Joshua ben Qorha, literalista, estaba
preocupado por un detalle técnico: "¿Es posible que los ángeles, que son
fuego llameante, hayan realizado el acto sexual sin abrasar a sus desposadas
internamente?" Decidió que "cuando esos ángeles cayeron del Cielo su
fuerza y su estatura fueron reducidas a las de los mortales y su fuego se
convirtió en carne."
El derecho que alegaban ciertos
"hijos de jueces" a tomar la virginidad de las novias de hombres
pobres es, al parecer, el antiguo y muy conocido jus primae noctis que,
como el droit de cuissage, ejercían todavía, según se cree, los señores
feudales en Europa durante la Edad Media. Pero en una época en la que a los
Hijos de Dios se los consideraba seres divinos esta fábula puede haberse
referido a una costumbre que prevalecía en el Mediterráneo Oriental: la
virginidad de una muchacha era violada ritualmente mediante la
"equitación" de una estatua priápica. Una práctica análoga realizaban
los acróbatas de circo bizantinos en una época tan posterior como la del
reinado de Justiniano, y se alude a ella en las crónicas acerca del culto de
las brujas en la Inglaterra medieval.
Enoc ("Instructor")
conquistó una inmensa reputación gracias al apocalíptico y en un tiempo
canónico LIbro de Enoc, compilado en el siglo I a. de C. Es una elaboración
extática de Génesis V.22: "Anduvo Enoc en la presencia de Dios,
trescientos años despues de engendrar a Matusalén." Más tarde el mito
hebreo lo convierte en el ángel registrador y consejero de Dios, y tambien en
patrón de todos los niños que estudian la Torá. Metraton es una
corrupción hebrea del griego metadromos, el que persigue con venganza, o
de meta ton thronon, "más próximo al Trono Divino".
Los anakim pueden haber sido
colonos griegos de Micenas, pertenecientes a la confederación de los
"Pueblos del Mar" que perturbó tanto a Egipto en el siglo IV a. de C.
Los mitógrafos griegos hablaban de un gigante Anax ("rey"), hijo del
Cielo y la Madre Tierra, que gobernaba en Anactoria (Mileto) en el Asia Menor.
Según Apolodoro, el esqueleto desenterrado de Asterio ("estrellado"),
sucesor de Anax, medía diez codos. Anakes, el plural de Anax, era
un epíteto de los dioses griegos en general. Los comentaristas talmúdicos
describen característicamente a los anakim como hombres de tres mil
codos de altura.
Los monumentos megalíticos que
encontraron los hebreos a su llegada a Canaán habrán inspirado leyendas acerca
de gigantes; como en Grecia, donde los monstruosos cíclopes devoradores de
hombres, según los narradores que desconocían las rampas, las palancas y otros
recursos de ingeniería micénicos, habían levantado sin ayuda alguna los grandes
bloques de piedra que formaban las murallas de Tirinto, Micenas y otras
ciudades antiguas.
Los Nefilim ("los
Caídos") tenían otros muchos nombres tribales, como Emim
("Terrores"), Repha'im ("Debilitadores"), Gibborim
("Héroes gigantes"), Zamzummin ("Realizadores"), Anakim
("Cuellilargos" o "Portadores de collares"), Awwim
("Devastadores" o "Serpientes")...
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