20 noviembre 2014

Illuminatus! Trilogy: El Enano

El Enano, cuyo nombre era Markoff Chaney, no era pariente de los famosos Chaneys de Hollywood, pero aún así la gente seguía haciendo bromas al respecto. De por sí ya era bastante malo ser un fenómeno (para los estándares de la mayoría estúpida y gigante), pero era mucho peor tener un nombre que recordaba a dos de los más famosos intérpretes de monstruos del cine; para cuando el Enano tenía quince años de edad, ya había desarrollado un odio tal por la gente común, que empequeñecía (él odiaba aquella palabra) las misantropías relativas de Pablo de Tarso, Clemente de Alejandría, Swift de Dublín e incluso la de Robert Putney Drake. La venganza sería suya, por supuesto. Obtendría su venganza (...)

Maldito sea el viejo Digits, malditas las ciencias matemáticas, la línea, el cuadrado, lo normal, todo el mundo mensurable que le había declarado como un extraño factor aleatorio. De una vez por todas, más allá de la fantasía, desde el fondo de su alma le declaró la guerra al "simio reglamentado", a la ley y el orden, a lo predecible, a la entropía negativa. Él sería el factor aleatorio de todas las ecuaciones; desde hoy en adelante, hasta la muerte, una guerra civil: el Enano contra los Dígitos.

Sacó su mazo de Tarot pornográfico, que utilizaba cuando quería tener una fantasía realmente loca para su orgasmo, y barajó las cartas. Para empezar vamos a tener una masturbación en Cadena de Markoff, pensó con una sonrisa maligna.

Y luego, sin haber contactado con la Legión de la Discordia Dinámica, el Frente Erisiano de Liberación o con los Justificados Ancestros de Mummu, Markoff Chaney comenzó su cruzada contra los Illuminati sin siquiera saber que existían.

Su primera acción comenzó en Dayton el sábado siguiente. Estaba en el Emporio de Norton, una tienda de ofertas con aires de grandeza, cuando vio el letrero:

NINGÚN VENDEDOR PUEDE ABANDONAR LA PLANTA SIN 
LA AUTORIZACIÓN DE UN SUPERIOR.
LA DIRECCIÓN

¿Qué? Pensó, ¿Se supone que las pobres chicas deben mearse en las bragas si no encuentran a ningún superior? Los años de escuela volvieron a él (“Por favor, señor, ¿Puedo salir del aula?”) y los rituales que le habían parecido absurdos súbitamente cobraban sentido de manera siniestra. Matemáticas, por supuesto. Están tratando de reducirnos a todos a unidades predecibles, robots ¡Ja! no por nada había pasado un semestre en el curso intensivo de análisis textual de la poesía moderna del profesor Kelly. Volvió a la tienda el miércoles siguiente y se escondió en un cajón de café hasta que el personal se fue y cerraron el establecimiento. Unos momentos después, el letrero era retirado y reemplazado por otro sutilmente diferente:

NINGÚN VENDEDOR PUEDE ABANDONAR LA PLANTA
NI IR HASTA LA PUERTA SIN LA AUTORIZACIÓN DE UN SUPERIOR.
LA DIRECCIÓN

Volvió varias veces en la semana y el cartel permanecía en su lugar. Tal como había sospechado: en una jerarquía rígida nadie cuestiona las órdenes que parecen venir de arriba, y aquellos en la cima están tan aislados de la situación real de trabajo que nunca ven lo que sucede abajo. Eran las cadenas de comunicación y no los medios de producción los que determinaban el proceso social. Marx estaba equivocado por no haber tenido la cibernética para iluminarle. Marx fue como los ingenieros de su tiempo, quienes consideraban a la electricidad como trabajo realizado antes de que Marconi pensara en ella en términos de información transmitida. Nada que estuviese firmado “LA DIRECCIÓN” sería desafiado.

Al mismo tiempo, percibió que los empleados estaban más irritables; los clientes lo notaban y también se ponían de mal humor; las ventas, predijo correctamente, estaban cayendo. La poesía era la respuesta: la poesía inversa. Su frase interpolada, sin sentido de rima y sin motivo, molestaba a todo el mundo, pero de manera subconsciente. A ver si los publicistas y los estadísticos con sus computadoras y sus normas pueden descubrir qué es lo que anda mal.

(...)

“En algún lugar hay un factor aleatorio” dijeron los técnicos en la Illuminati Internacional; “En algún lugar hay un factor aleatorio” dijo Hagbard Celine leyendo los datos que salían de FUCKUP; “En algún lugar hay un factor aleatorio” dijo el líder del FEL, el Dealy Lama, somnoliento en su escondite subterráneo bajo la Dealy Plaza.

Los automovilistas que conducían por caminos montañosos y traicioneros maldecían confusos cuando leían letreros como este:

CAMINO RESBALADIZO CON LLUVIA
MAX 80 KMH
ZONA DE DESLIZAMIENTOS ROCOSOS
NO ARROJE BASURA

Los hombres de la alta sociedad que pagaban cuotas elevadas para asistir a clubes elegantes y exclusivos para WASPs cuyos camareros eran entrenados cuidadosamente para ser casi tan esnobs como los miembros, se sentían vagamente desairados con la advertencia:

CUIDE SU SOMBRERO Y ABRIGO
NO NOS HAREMOS RESPONSABLES POR SU PÉRDIDA
LA DIRECCIÓN

En su tiempo libre el Enano se transformó en un mago de la electrónica. Peatones de todo el país se paraban indecisos en las esquinas cuando las señales decían AVANZAR con luz roja, y NO AVANZAR con luz verde.

2 comentarios:

Doctor Zayus dijo...

Ahí va una nueva traducción de un extracto del libro, con la presentación del personaje llamado El Enano (the Midget en el original).

Me temo que el Enano no entendió a qué se refería Marx con "medios de producción" pero su observación del aislamiento de los directivos me parece correcta.

En el original había un juego de palabras con un término matemático llamado "cadena de Markoff" y la pronunciación del nombre del personaje, y con la confusión de Midget con The Management (abreviado MGT), que he obviado aunque otro traductor la resolvió firmando los carteles como "EL E.D.", siendo E.D. el "encargado del departamento" o el "Enano Desobediente".

max cash dijo...

tu blog es genial, gracias por el esfuerzo