07 noviembre 2017

El coraje de Puigdemont

De entre todos los fenómenos curiosos que estamos observando con la movida de Cataluña, hoy vamos a analizar (superficialmente, como siempre) lo relativo al coraje de Puigdemont.

Hace unas semanas se decía "Puigdemont no tendrá valor de hacer una declaración unilateral de independencia (DUI)", luego se pasó a decir "El muy cobarde ha hecho la DUI, pero con una votación secreta, para no dar la cara", y después "El cobarde Puigdemont ha huído a Bélgica porque está acojonado y sabe que irá a la cárcel".

Por lo visto el valor personal de este señor es de capital importancia y preocupa a mucha gente. No entro a valorar si el tal Carles Puigdemont es valiente o cobarde, sino la obsesión por pintar de cobarde al enemigo. Sin que, por otro lado, se vea ninguna muestra de valor personal en el bando españolista, ya que no hemos visto a ninguno de sus prebostes luchar a brazo partido contra hordas de separatistas zombis, ni hacer nada sin el respaldo de todo el peso del Estado. Que así cualquiera, oiga.

Veamos algunos ejemplos de esta retórica más propia de patio de colegio ("Pepito es mariquita"):

Público: El cobarde Puigdemont

Vozpopuli: Puigdemont, ese cobarde y embustero

Felipe González: “Lo de Puigdemont en Bruselas es un acto de cobardía”

Y ni rastro de medallas al valor entre los que lo acusan.


Bueno, así están las cosas. Yo creía que la obligación de un preso era fugarse, y la de un fugitivo era no dejarse atrapar... Pero por lo visto eso no se aplica cuando el acusado nos cae mal.

No sé, no creo que nadie dijera de Pablo Escobar que era un cobarde por no entregarse a la policía. Se entiende que era lo normal.

Y ahora repasemos cómo la propaganda no ha cambiado mucho desde hace 100 años, con esta reflexión de Hitler sobre su experiencia en la Primera Guerra Mundial:
(...) el resultado fue la creación de una opinión falsa sobre los ingleses que se tradujo en amarga venganza por su parte. Esta idea se extendió tan ampliamente que todos los alemanes estaban convencidos de que el inglés era tal cual lo imaginaban: un hombre de negocios, al mismo tiempo ladino e increíblemente cobarde. (...) Recuerdo claramente el gran asombro que se reflejó en las fisonomías de mis camaradas, cuando en Flandes nos vimos por primera vez, cara a cara, con los tommies. Después de los primeros combates cada uno de nosotros pudo convencerse de que aquellos escoceses nada tenían en común con aquellos otros que se tenía a bien caracterizar en nuestras hojas humorísticas y en las informaciones de prensa.
Pues seguimos igual, la propaganda siempre dice que el enemigo es un cobarde. Yo preferiría que se hiciera menos propaganda, menos apelar a emociones infantiles y tratar a la gente como niños tontos.

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