Y llegamos por fin al interesante capítulo dedicado a los sacrificios humanos que debió despertar la imaginación de Lovecraft cuando lo leyó siendo niño.
Sacrificios humanos para las cosechas
Frazer comienza diciendo: "Los indios de Guayaquil, en Ecuador, acostumbraban a ofrendar sangre humana y corazones de personas cuando sembraban sus campos. El pueblo de Cañar (ahora Cuenca), en el Ecuador, verificaba el sacrificio de un centenar de niños anualmente en la recolección."
En el festival mexicano de la recolección situaban a un criminal entre dos piedras enormes, que balanceaban y hacían chocar entre sí, enterrándose después los restos del ajusticiado o sacrificado (¿Quizás sea la pena de muerte una forma de sacrificio humano?). Sacrificaban niños cuando sembraban el grano, y ancianos cuando estaba maduro. Sigue otro ejemplo entre los indios pawnees y otro más en África occidental, cazadores de cabezas en Filipinas, y varios de la India y Bengala, sin ahorrar en detalles macabros.
Los khondos de Bengala creían que la cúrcuma no podría tener color rojo sin haberse teñido con sangre humana, y se describe una tradición de personas criadas para ser víctimas. Estas víctimas son bien tratadas hasta el momento del sacrificio, y se les rinden honores similares a la adoración religiosa. A su alrededor se celebran orgías durante días, "Como la víctima no podía ser atada ni mostrar resistencia, la rompían los huesos de los brazos y a veces, si era necesario, también los huesos de las piernas, mas por lo general esta precaución resultaba innecesaria si la intoxicaban con opio."
Las formas de ejecución varían, pero los celebrantes se llevan trozos de carne de la víctima a sus aldeas, para los ritos que darán fertilidad a los campos. Cuando se suprimieron los sacrificios humanos se pasó a los de cabras o búfalos. Frazer cree que la víctima era considerada divina, y dice que los observadores europeos tienden a pensar que la víctima es ofrecida a una divinidad pero no se dan cuenta de que la divinidad está habitando la víctima. Es el espíritu del grano.
Sigue un repaso a la layenda de Lityerses, referida en el artículo anterior, para compararla con estos ritos, y concluye que en Europa debieron realizarse sacrificios del mismo estilo. Asimismo, la tradición de que Osiris fue enterrado por pedazos le hace suponer que en el culto egipcio estos sacrificios también terminaban con la víctima despedazada y repartida por los campos como en las tribus de Bengala.
Se pasa más tarde a los sacrificios de la encarnación animal del espíritu del grano.
El espíritu toma forma de animal que va huyendo de los campos según el grano va siendo segado. Como lobo o perro, como gallo, como liebre, como gato, como cabra, toro, vaca, o buey, caballo o yegua, o incluso como cerdo. Se dan abundantes ejemplos de estos casos. Se mata al animal divino y de su carne y su sangre participan los labriegos. Del mismo modo que un forastero saliendo del campo en tiempo de siega era interpretado como el espíritu del grano que huye de su arruinada morada, un animal podía correr la misma suerte.
02 febrero 2015
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