30 agosto 2015

Illuminatus! Trilogy: La dronga (2)

Harold Canvera no se molestó en rellenar el cuestionario, por lo tanto no estaba bajo observación ni protección. Volvió a su casa, a su trabajo de contable, y a su pasión: grabar mensajes telefónicos en contra de los Illuminati, los comunistas, los socialistas, los liberales, los equidistantes, y todos los republicanos insuficientemente conservadores. (El Sr. Canvera también enviaba por correo panfletos similares a quienquiera que estuviese bastante intrigado por sus mensajes telefónicos como para enviarle veinticinco centavos por información adicional. Realizaba éste digno servicio educacional en nombre de un grupo llamado Plataforma Unida de Trabajadores Anticomunistas, que era una escisión de la Congregación Heroica Urbana Contra el Humanismo Antipatriótico, que a su vez era una rama de los Relámpagos de Dios) Sin embargo, durante las semanas siguientes, comenzaron a aparecer ideas nuevas y extrañas en los mensajes telefónicos de Canvera.

“Impuestos más bajos no son la respuesta” decía, por ejemplo. “Cuando escuchen que algunos supuestos conservadores como los Birchers o algún seguidor de William Buckley Jr. exigen menos impuestos, desconfíen. Ellos coquetean con el Iluminismo. Todo impuesto es un robo. En vez de atacar a Joan Baez, un verdadero americano debería apoyarla en su negativa a darle nuestro dinero a la tesorería Illuminati de Washington”.

La semana posterior fue aún más interesante: “La Plataforma Unida de Trabajadores Anticomunistas les ha dicho a menudo que no hay una diferencia real entre Republicanos y Demócratas. Ambos son peones del complot Illuminati para destruir la propiedad privada y convertirnos a todos en esclavos del Estado, para que así los banqueros internacionales de cierto grupo minoritario puedan controlar todo. Éste es el momento en que todo patriota pensante debe adoptar una mirada aún más escéptica con respecto a la supuestamente Anti-Illuminati Sociedad de John Birch ¿Por qué siempre están colocando esas pegatinas que dicen ‘Apoye a la Policía Local’? ¿Se han preguntado eso? ¿Qué es lo más importante en un Estado totalitario? ¿No es la policía? Si nos librásemos de la policía ¿Cómo podría haber un Estado totalitario? Piensen en eso, compatriotas ¡Y recuerden el Álamo!”.

Algunas de estas ideas nuevas y extrañas provenían de varios periódicos anarco-derechistas (subsidiados secretamente por Hagbard Celine) que Canvera había recibido misteriosamente hacía tres meses, pero que no había leído hasta después de ingerir el AUM. Dichas publicaciones habían sido enviadas por Simon Moon como una broma, con el remitente “Illuminati Internacional, nº 34 de Calle 68 Este, New York”, dirección del cuartel general del Consejo para las Relaciones Exteriores, considerado por los Birchers como un semillero Illuminati.  Canvera había tomado la frase “Recuerden el Álamo” de  Bowie Knife, una publicación de la Sociedad Davy Crockett, grupo fascista paramilitar que se separó de los Relámpagos de Dios cuando su líder, un petrolero millonario de Texas enormemente paranoico, se convenció de que muchos mexicanos eran en realidad agentes de la China Roja disfrazados. Más tarde éste dogma se volvió retroactivo y afirmó que los chinos siempre habían sido comunistas, que todos los mexicanos siempre habían sido chinos, y que el ataque al Álamo había sido el primer ataque comunista contra el capitalismo americano.

La tercera semana fue notable. El AUM, al igual que el LSD, cambió ciertas características de su personalidad, dejando otras casi intactas. En su evolución irregular de derechista autoritario a derechista libertario, Canvera se las arregló para arribar a una tesis nunca antes enunciada, excepto por Donatien Alphonse François De Sade. Lo que nuestro hombre hizo fue pronunciar un discurso de tres minutos a favor del derecho de cualquier  persona de cualquier sexo, a utilizar a cualquier otra persona de cualquier sexo, con o sin su consentimiento, para gratificar sus necesidades o deseos sexuales de todo tipo. La única condición que les garantizaba a las víctimas de dicha invasión intima, era el derecho recíproco de utilizar al perpetrador para sus propias necesidades o deseos. Pero la gente que llamaba regularmente al servicio telefónico de Canvera no se sintió ofendida por nada de esto; eran hippies de la Avenida Lincoln que lo llamaban cuando estaban colocados para experimentar lo que ellos llamaban “un viaje mental realmente extraño y loco”, y se habían aburrido al comprobar que ya no tenía la onda de sus viejos días de anti-negro, anti-judío, y anti-Illuminati. Sin embargo, hubo unos cuantos miembros de la Plataforma Unida de Trabajadores Anticomunistas que llamaron ocasionalmente para comprobar que sus contribuciones continuaban financiando la diseminación del verdadero americanismo, y al escuchar los mensajes se sintieron sinceramente confundidos y trastornados. Algunos de ellos incluso escribieron a la central de PUTA en Mad Dog, Texas, para quejarse de que últimamente había algo un tanto peculiar en aquel americanismo. De cualquier manera, el presidente de PUTA, el Dr. Horace Naismith, que también dirigía la Sociedad John Dillinger Murió por Ti, los Veteranos de la Revolución Sexual, y la Fundación del Coloso de Yorba Linda, estaba metido en todo aquello sólo por el dinero, es triste decirlo, y no tenía tiempo para quejas insignificantes. Estaba muy ocupado implementando su nuevo proyecto para recaudar fondos: el Movimiento Anti-feminista de Chauvinistas Organizados (MACHO), a través del cual esperaba ordeñar mucho dinero de la industria pornográfica, de los abortistas ilegales, de los proxenetas, del sector patronal industrial que pagaba a sus empleadas el treinta por ciento del salario que pagaba a sus empleados masculinos, y de todos los demás que se sintieran amenazados por el Movimiento de Liberación Femenina.

La cuarta semana, para ser francos, fue realmente extravagante.  Canvera hizo una larga disertación sobre la civilización perdida que una vez existió en el desierto de Gobi y declaró estar en desacuerdo con aquellos, como Brion Gysin, que creían que se había autodestruido en una guerra nuclear. En cambio, afirmó, dicha cultura había sido arrasada cuando los Illuminati llegaron desde el planeta Vulcano en platillos voladores. “Recuerden el Álamo” fue reemplazado por “Recuerden Carcosa”, ya que Canvera dedujo que tanto Ambrose Bierce como H. P. Lovecraft describían en sus ficciones la tragedia de aquella sociedad gobiana. Los hippies estaban nuevamente encantados - aquel era el tipo de viaje con onda que originalmente convirtió a Canvera en un héroe de broma entre ellos -, y apreciaban especialmente su arenga para que los EEUU abandonase el próximo lanzamiento a la Luna, y que en su lugar enviara una expedición punitiva a Vulcano tanto para destruir al Iluminismo en su fuente, como para vengar a la pobre Carcosa. Sin embargo, los seguidores de la PUTA  estaban nuevamente disgustados; todo lo concerniente a Carcosa les sonaba a globalismo repugnante.

La quinta semana Canvera dio un nuevo giro y denunció a las masas por su estupidez, declarando que los idiotas merecen ser gobernados por los Illuminati, ya que la mayor parte de la gente es tan tonta que no puede encontrar su propio culo en un cuarto oscuro ni siquiera usando ambas manos. Había estado hojeando un libro de H. L. Mencken (enviado hacía un año por El Haj Stackerlee Mohammed, alias Pearson, luego de una de las diatribas de Canvera a favor de la vuelta de la religión a las escuelas públicas); pero también había estado considerando una invitación para unirse a los Illuminati. El documento, que le llegó en un sobre sin remitente, decía que él era demasiado inteligente como para quedarse del lado de los perdedores toda su vida y que debía sumarse al bando ganador antes de que fuese demasiado tarde. Añadía que la cuota de membresía eran $3125, que debía poner en una caja de cigarros y enterrar en su patio trasero, tras lo cual, afirmaba el documento, “uno de nuestros agentes encubiertos lo contactará”. Al principio Canvera lo consideró un engaño... Había recibido muchas bromas por correo: pornografía, panfletos rosacruces ilustrados con el dibujo de un ojo dentro de una pirámide, y cartas falsas de supuestos admiradores firmadas con nombres tales como Eldridge Cleaver,  Fidel Castro,  Anton Szandor LaVey o  Juez Crater, todas fraguadas, por supuesto, por su audiencia de la Avenida Lincoln. Pero luego se dio cuenta de que 3125 era cinco elevado a la quinta potencia y eso lo convenció de que un Verdadero Illuminatus se había comunicado con él. Tomó $3125 de sus ahorros, los enterró siguiendo las instrucciones, hizo una grabación pro-Illuminati como gesto de buena fe y esperó. Al día siguiente recibió varios balazos en la cabeza y los hombros, muriendo por causas naturales en consecuencia.

(...)

 En realidad, la muerte del pobre Canvera no tuvo nada que ver con los Illuminati o con sus antiguos compañeros de la PUTA. El hombre había estado practicando la filosofía libertina de sus mensajes telefónicos post-AUM con Cassandra Acconci, la adorada hija de Ronald Acconci, Comandante Regional de los Relámpagos de Dios en Chicago y viejo contribuyente del KCUF. Acconci arregló a través del Fiscal Estatal Milo A. Flanagan para que la mafia local se encargase de Canvera. Pero no existen los finales, no más que los principios; pues parece que la semilla de Canvera convivió con el óvulo de Cassandra y corría peligro de convertirse en un ser humano dentro del abdomen previamente plano de la chica.

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