Occisión del dios en México
Se describe el sacrificio humano del representante de un dios entre los aztecas. Según relato del jesuita Acosta, se daba a un esclavo el nombre del "ídolo" y se le trataba bien durante un año antes de sacrificarlo. En el festival de Toxcatl se sacrificaba a un joven en el carácter de Tezcatlipoca, y según el franciscano Sahagún coincidía con las fechas de la Pascua cristiana. El gran dios moría en una persona y resucitaba en otra, que a su vez moriría al año siguiente.
Al final subiría a una pirámide y le arrancarían el corazón, cortando su cabeza para ponerla en una pica. También se representaba a diosas del maiz y se sacrificaban mujeres. Frazer concluye que la costumbre de sacrificar a personas consideradas divinas ha sido una constante mundial.
Recapitulando, el autor está satisfecho de haber demostrado por qué el rey del bosque mataba a su predecesor. Ahora le falta explicar por qué tenía que arrancar primero una rama dorada.
Entre el cielo y la tierra
1. No tocar la tierra
El sacerdote de Aricia como rey del bosque era uno de aquellos reyes sagrados de los que depende el bienestar de su tierra. Según el rey esté sano o enfermo, su gente, sus ganados, y sus cosechas tendrán salud o enfermedades. Lo peor que puede pasar es la muerte natural de su gobernante, y para guardarse de ello deben matar al rey mientras esté en plenitud de su hombría divina, para que su poder se transmita a su sucesor.
Hay dos leyes o tabús que regulan la vida de los reyes divinos. Una es que el dios no debe tocar el suelo con sus pies, por ejemplo el rey azteca era transportado a hombros de nobles, o bien pisaba una alfombra. Lo mismo el Mikado japonés. El rey y la reina de Tahití no podían tocar suelo salvo en sus propiedades hereditarias, pues el terreno sobre el que caminasen se convertía en sagrado. El rey de Persia andaba sobre alfombras que nadie más podía pisar.
Otras personas sagradas gozan del carácter de santidad o tabú durante ciertas ocasiones, y la prohibición se aplica sólo en esos momentos. En Laos, el jefe de cazadores de elefantes no puede tocar la tierra con los pies, otros cazadores extienden una alfombra de hojas a su paso.
Es como si tuvieran una electricidad que se descargaría por la toma de tierra. Hay que proteger a su portador, y protegerse del efecto de su descarga.
2. No ver el sol
La segunda regla es que el sol no debe iluminar directamente a la persona divina. La tierra no es digna de sostenerlo ni el sol de alumbrarlo. Se cita el ejemplo del Mikado y de algunos reyes o aspirantes a realeza.
Frazer nos asegura que estas dos reglas son observadas por las muchachas púberes en muchas partes del mundo. Cita ejemplos entre tribus africanas y de otros lugares, los cuales parecen tener como objeto preservar la virginidad de las jóvenes apartándolas del mundo pero llama la atención el tabú del suelo y el sol. La mayoría de estos casos aluden a una reclusión cuando llega la primera menstruación, a la que deben dar un sentido mágico. Frazer comenta también algunos mitos y leyendas sobre muchachas encerradas por sus padres a las que fecunda Zeus o un héroe.
Sigue una relación de tabúes relativos a la menstruación, incluyendo la "Historia natural" de Plinio. Se supone que una fuerza poderosa emana de la mujer durante ese tiempo, y que hay que protegerse de ella. Mantenerlas entre el cielo y la tierra. La impureza de la menstruante y la santidad del hombre sagrado no difieren en la mente primitiva.
27 julio 2017
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