Partiendo de que en algunos festivales ígneos se quema la efigie de una bruja sería de suponer que según la ley de la magia homeopática se puede destruir al hechicero destruyendo su imagen.
En pleno siglo XXI todavía hay quien cree que quemando un muñeco puede hacer daño a una persona |
En otras ocasiones se quema un árbol, en pie o talado, o se ata la figura a un árbol, o se transporta con un "árbol de mayo". La costumbre de abrasar a un dios benéfico es demasiado extraña al pensamiento moderno y se le puede dar una interpretación equivocada. Con el tiempo la efigie pasaría a representar a una persona adversa, tales como Judas Iscariote, Martín Lutero, o una bruja.
Habiendo explicado que hay razones generales para matar a un dios o su representante, hay razones para que un dios de la vegetación deba morir en el fuego. Si el fuego representa al sol y de todas formas hay que matarlo, es la mejor manera.
En el pasado los representantes del espíritu arbóreo o del grano habrían sido quemados. Sigue un repaso a costumbres en las que se simula quemar a una persona y a la costumbre de los galos de quemar a los condenados a muerte en un festival que se hacía cada cinco años. Si no habían suficientes criminales se recurría a cautivos de guerra, pues cuantas más víctimas hubiese mayor sería la fertilidad del país. Unos eran muertos con flechas o lanzas, y otros quemados dentro de figuras de madera.
Sigue una ennumeración de festivales en los que se quemaban figuras de mimbre o similares, aunque en el momento de escribirse el libro la mayoría habían dejado de celebrarse. En Luchon, Pirineos, se quemaba una torre rellena de serpientes, y en París era costumbre quemar una cesta llena de gatos vivos. En 1648 el rey Luis XIV encendió la hoguera. El que se queme animales como gatos o serpientes hace pensar en las historias en que las brujas se podían transformar en tales animales.
Bálder y el muérdago
Y así volvemos al mito de Bálder, muerto por una rama de muérdago y quemado después en una gran pira. El muérdago ha sido objeto de veneración supersticiosa en Europa, los druidas usaban el muérdago de los robles y lo cortaban con una hoz de oro en el sexto día de la luna, recogiéndolo en una tela blanca y sacrificando después dos toros blancos.
Según Plinio el muérdago no debía tocar el hierro ni el suelo y tenía poderes curativos. No sólo los celtas sino los italos también lo tenían en alta estima, y el que crece sobre el roble es el más eficaz. Los aínos del Japón opinan lo mismo, y los walos de Senegambia lo piensan de una especie de muérdago que llaman tob. Es una planta caída del cielo que florece sin echar raíces en tierra.
En la Europa moderna los campesinos pensaban que el muérdago debe ser recogido antes de que toque el suelo tras derribarlo del árbol a tiros o pedradas. Los médicos modernos no parecen pensar que tenga esos poderes curativos pero se usaba contra los venenos y la epilepsia. También se usaba como protección contra incendios y caída de rayos, se decía que podía abrir cerraduras, y por supuesto protegía de la brujería. Sobre el momento propicio para recogerlo hay disparidad de opiniones, unos han preferido la luna llena de marzo, otros la luna menguante de invierno, otros la víspera de San Juan. Es decir, el solsticio, cuando el sol está más alto.
Y de este modo, con las hogueras del solsticio y la recogida del muérdago en Suecia, es como nos acercamos al mito de Bálder. De hecho se llamaba a estas hogueras "fuegos de Bálder" (Balder's Balar). Frazer deduce que el mito fue la fábula con la que las gentes se explicaban por qué se recogía el muérdago con tanta solemnidad y por qué se quemaba anualmente al representante del dios. Por lo tanto el propio Bálder debía ser una deidad de la vegetación en su origen, o quizás personificaba al roble en concreto.
Volviendo al tema de los fuegos de auxilio el autor habla de que se podían encender por fricción con madera de roble. Mientras el muérdago permaneciese en el roble Bálder era invulnerable, pero si además suponemos que Bálder era el roble ello nos indica que el muérdago era el asiento de la vida del roble y nada podía dañarlo. La hoja de roble es caduca pero el muérdago es perenne. En invierno la visión de un roble de ramas desnudas pero con muérdago floreciente puede haber sido entendida como que el espíritu del roble se ha refugiado en el muérdago. Arrancarlo era al mismo tiempo la señal y la causa de la muerte del representante del dios.
Y así, cuando apenas nos queda otro centenar de páginas, avistamos el por qué de "la rama dorada".
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