28 noviembre 2023

Pablo Motos y el politiqueo


 A finales de los años 90 recuerdo haber aconsejado a gente que escuchase el programa de radio de Pablo Motos en una emisora local. Era gracioso porque se rodeaba de colaboradores graciosos, que soltaban alguna barbaridad subida de tono de vez en cuando, de esas que normalmente no se decían en la radio. Faltarse con gente, referencias sexuales, epatar al personal, la boutade.

Tenía una tertulia política con políticos de varios partidos, todo muy repartido y plural. Recuerdo que un representante del PSOE dijo algo así como "es que Pablo es un poco de derechas" y que Pablo lo negó. La verdad es que parecía totalmente alejado del partidismo y daba voz a todos los que tenían representación. Por otro lado Pablo afirma a día de hoy que nunca ha votado.

Motos da el salto a la radio nacional de la mano de Julia Otero, pero al poco sucede la tragedia. La emisora es comprada por Telefónica, en aquel momento recién privatizada y en manos de un amigo personal del presidente Aznar, y en la pausa de verano el programa es cancelado por supuestas razones políticas y animadversión del PP contra Julia Otero, con "agostidad y alevosía". Pablo Motos se queda sin trabajo.

Cuando cambian las cosas y regresa el programa se percibe que Motos y el equipo en general se han vuelto un poco progres, o por lo menos le tienen algo de manía al PP.

Entre tanto, tras la emisión de la serie "Seinfeld" en Canal Plus, hay quien intenta traer a Españita el formato de la "stand up comedy", lo que llevará a la aparición de "El club de la comedia". Motos se coloca como guionista y llega a copiar algunos chistes de Seinfeld pensando que casi nadie ha visto la serie.

Aterriza de nuevo en la radio, en la cadena M80, con el programa despertador "No somos nadie", donde se rodeará de nuevos colaboradores que le acompañarán años después en su aventura televisiva. El programa radiofónico es divertido, tiene éxito, y cuando salte a la televisión se llevará a buena parte de estos colaboradores que tan bien le han funcionado.

"El Hormiguero" arranca en Cuatro antes de fichar por Antena 3 para una mayor audiencia. Es un fenómeno de ritmo, no deja un momento de respiro, y sobre todo no exige nada al espectador. Es ideal para no pensar, porque no da tiempo, y parece orientado a parejas jóvenes con hijos pequeños, que ni pueden ni quieren pensar mucho.

Dos colaboradores gamberretes del "No somos nadie" ponen la voz a unas hormigas de peluche, un tal Flipy (antes de ser sustituido por reclamar derechos de imagen de un juego) hace experimentos que seguramente alguien grabará en VHS y enviará a Bin Laden para que saque ideas, y Pablo Motos intenta realizar entrevistas que convertirán su programa en la principal promoción de todos los famosos. Si usted quiere vender discos o ha traído una película a Españita debe pasar por el Hormiguero.

Que Pablo Motos no sepa entrevistar es lo de menos, lo importante es tener minutos de pantalla. Se combina la falta de talento con el menosprecio a la inteligencia de los espectadores. No sabe entrevistar porque no deja hablar a la gente, no confía en que digan algo que interese al público, hace preguntas absurdas que no llevan a nada, y eso cuando no resulta incómodo con insinuaciones sexuales o chistes que los invitados no entienden. Algunos tienen la sensación de que les quieren ridiculizar, y Motos se va ganando fama de "baboso" con las mujeres.

Con todo, el programa parece el entretenimiento más blanducho e inocente posible, donde se juega a identificar si una foto es de un "culo o codo". En 2010, por decir una fecha, si usted quería presentar un futuro distópico que causara una cierta sorna, podía imaginar un programa familiar estilo "El Hormiguero" que sirviera de propaganda fascista. Presentar hormigas de peluche haciendo comentarios políticos era como imaginarse algo chocante y contradictorio.

Pero van pasando los años y sucede la mutación, ya no sólo se promociona a artistas sino a políticos. Cuando a Antena 3 le interesó promocionar a Ciudadanos se invitaba a Albert Rivera a divertirse en "El Hormiguero" con cierta frecuencia. A partir de ahí, para no quedar mal, se decide que en las elecciones todos los candidatos principales serán entrevistados por Motos.

Aparecen comentarios de que Motos es más blando con Rajoy que con el resto, se habla también de su animadversión a cualquiera que quiera subir impuestos a los ricos (aunque Rajoy haya sido el que más los ha subido a todo el mundo). Los años siguen pasando y al final Motos da el paso, se hablará de política en su programa. Pequeñas pullas al principio, discursos y homilías después, tertulia con varios invitados a cada cual más conservador. Durante la legislatura 2019-2023 el gobierno PSOE-Podemos pasa a ser el enemigo.

El programa y su presentador sufren un ataque desde el Ministerio de Igualdad cuando aparece un spot para visibilizar conductas machistas, en el que no se señala a nadie pero él se da por aludido. Las redes sociales se llenan de clips de su baboseo, y se comenta que su productora consigue censurar muchos de esos vídeos.

Ya en 2023 el presidente Pedro Sánchez pasa a ser el "enemigo número uno" y pieza a abatir. Este año electoral "El Hormiguero" entrevistaría sólo a Sánchez y a su principal rival, ignorando al resto, y su equipo prepara un programa de acoso y derribo para hundirlo en directo. Pero claro, recordemos que Motos no sabe entrevistar, así que Sánchez le da la vuelta a la entrevista y empieza a remontar en las encuestas. De hecho, creo que Sánchez ha sido reelegido en buena parte gracias a Pablo Motos y a Ana Rosa Quintana, es decir gracias a la incompetencia de estas dos personitas. [1]

La última movida política, que también le ha salido mal, ha sido invitar a Alfonso Guerra para que hable mal del PSOE actual y de Sánchez. Guerra fue vicepresidente del gobierno de Felipe González, otro de tantos hijos de una figura franquista que aprendieron a decir "cosas de rojos" para engañar a los votantes. Pues bien, al final la entrevista ha sido recordada sólo porque Guerra se ha apuntado al cuñadismo de que hoy en día hay menos libertad de expresión que antes y no puedes hacer chistes porque la gente se ofende.

Sin embargo, la idea que tiene Pablo Motos de la libertad de expresión es un poco curiosa, ya que no son pocos los humoristas (desde los que trabajan en la revista El Jueves hasta monologuistas) que afirman haber recibido llamadas pidiendo explicaciones por haber osado hacer un chiste sobre Pablo Motos. Dicen que les llama alguien del equipo para decirles que Pablito está disgustado por algo que han dicho o escrito o dibujado, que se tiran tres horas al teléfono para que les explique los chistes, que parece que les estén grabando, y que han llegado incluso a amenazar a gente con que no trabajarán nunca en televisión.

El caso es que gente como Pablo Motos ha acumulado mucho poder, creando productoras que se han vuelto muy influyentes, y pueden vetar gente. Pero por lo visto esto no afecta a la libertad de expresión y que a alguien le critiquen un chiste de "mariquitas" o de "enanos" que puedes contar de todos modos sí afecta. Cuanto menos es una postura hipócrita por parte de Motos, que cada vez que se queja acaba saliendo peor parado.

En resumen, Pablo Motos ha resultado ser un acomplejado, lleno de rencores, que quiere controlar su imagen pública y no puede, lo cual es especialmente cómico visto desde fuera. Se ha obsesionado con el éxito y el dinero, quiere que le bajen los impuestos a él y a sus empresas, y todo lo demás le da igual. La audiencia no ha bajado con la politización de su programa, por lo que seguirá en esta línea.

Como conclusión, si yo fuera presidente trataría de atraerme a gente así con un régimen fiscal especial. En el panorama actual en el que hasta los programas familiares de entretenimiento se dedican al politiqueo con afán de adoctrinar, la oposición controla la mayoría de medios y no duda en manipular, ya todo vale.

***

[1] Extracto del artículo del pijo conservador Soto Ivars en el que llora por el fracaso de Motos en la entrevista:

"Al más mínimo contacto con cualquier introducción a una pregunta presumiblemente crítica, todo Sánchez reaccionaba cual chimenea de azufre en Islandia y de una bocanada lo dejaba seco. Y Motos, minuto a minuto, se fue extraviando en las escaleras de caracol vertiginosas que conforman el logos del presidente, y se perdió definitivamente en ese laberinto donde Sánchez siempre tiene razón, donde Sánchez nunca miente, donde Sánchez te ofrece la oportunidad de salvarte votándolo a él. ¡Llegó a confesar Motos que no vota como quien muestra el crucifijo a un vampiro!

 

Al cabo de una hora, el presentador estaba sudando como un ciclista y Sánchez ni gota, seco como el papel. Salieron Trancas y Barrancas a cerrar la entrevista y, en vez de marionetas, parecían perros San Bernardo acudiendo a salvar la vida del explorador extraviado con el barrilito de ron. No era para menos: el viaje a las profundidades de Sánchez es más peligroso que unas vacaciones en el K2."

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