14 enero 2019

Cine: Misión a Moscú (1943)

Película de Hollywood rodada y estrenada durante la Segunda Guerra Mundial en la que se ofrece una visión positiva de Stalin y la URSS. Es decir, una rareza que no llegó a estrenarse nunca en España (país aliado del nazismo en esa época) y no está doblada al español. Pero puede descargarse con subtítulos del mismo modo que hicimos con El despertar de una nación (1933), film con el que comparte actor principal (Walter Huston). Si en aquella película de 10 años atrás interpretaba a un presidente poseído por el arcángel Gabriel, en este caso interpreta a una persona real, el embajador Joseph E. Davies.

Estamos ante un documento curioso sobre una época, sobre las vivencias personales de un hombre que presenció el camino hacia la guerra, y con una dosis de propaganda a la contra de la propaganda habitual. Sólo por eso merece la pena.

La cinta de dos horas comienza con el verdadero Mr. Davies presentándola y dando fe de que lo que veremos se corresponde con lo que él vivió y cuenta en su libro de memorias. Nos cuenta que si Hitler consigue derrotar a la URSS "los tres países agresivos" (Alemania, Italia, Japón) dominarán Europa, Asia y África, y con las riquezas de estos continentes y el trabajo esclavo del 75% de la población mundial servirán para conquistar el resto del mundo (o sea, EEUU).

Lo único que se interponía entre Hitler y esta imagen era la URSS

El objetivo es combatir los prejuicios contra la URSS. Davies se presenta como un norteamericano modélico, de ideas religiosas sencillas, que cree firmemente en el sistema de gobierno de su país y en el capitalismo. No es comunista, pero respeta la integridad y honradez de los líderes soviéticos, y ellos respetan sus convicciones. Es un país que desea la paz y "no habrá paz duradera sin un acuerdo entre las naciones vencedoras para mantener esa paz". Por lo demás Davies no se parece físicamente al actor.

Y así, con esta exposición sincera de los objetivos propagandísticos de la película, comienza el relato con una sesión en la Liga de las Naciones (lo que había antes de la ONU), donde el emperador de Etiopía protesta por la invasión italiana a su país. A continuación toma la palabra el embajador de la URSS, Litvinov, que proclama que "si no hay seguridad para todos no hay seguridad para nadie", pero sus palabras son ignoradas y no se decide nada a favor de Etiopía. Es el año 1936.

Mr. Davies está pasando unos días en el campo con su familia cuando llega un mensaje del presidente F. D. Roosevelt. Se reunirá con él, aunque nosotros no podamos verlo más que de perfil y con un poco de sombra, y este le ofrece ir a Berlín para entrevistarse con Hitler y hacerle una propuesta de paz y desarme. Pero también quiere que después viaje a Rusia para investigar los informes contradictorios que ha recibido, cómo de fuerte es el régimen de Stalin y cómo de fuerte es su ejército, y saber si en caso de guerra se aliarán con Alemania y Japón, o con EEUU.

Así pues, nuestro protagonista viaja con su mujer, su hija, y un "follamigo" de esta. En Alemania observa un desfile de las Juventudes Hitlerianas. Pone cara de preocupado y dice "Parecen máquinas". Un pasajero del tren, sin saber con quien está hablando, le comenta que el tabaco alemán es malo pero pronto conseguirán del bueno sin tener que pagarlo, que Hitler es muy listo y tiene muchas ideas, y no importa sufrir un poco en el presente cuando les espera una mejor vida en el futuro, aunque sea en otros territorios (insinuando que conquistarán otros países).

Davies se entrevista con el ministro de economía, Schacht, y le interroga por los gastos militares. "No tenemos buenos vecinos. Nos armamos para consolidar nuestros argumentos" le responde. Davies le asegura que Roosevelt apoyará las reclamaciones legítimas de Alemania si acepta un plan de desarme inmediato: "Cada país limitará su armamento a cuanto pueda acarrear un hombre". Schacht responde positivamente, "el plan tiene la sencillez de lo genial", lo transmitirá al gobierno y dará su opinión favorable... Pero eso es todo lo que puede hacer.

Dos semanas más tarde Davies no ha conseguido reunirse con Hitler, así que parte hacia Rusia. La primera sorpresa tras cruzar la frontera es ver que una mujer conduce el tren. Al llegar a Moscú es recibido por el presidente de la URSS, Mijail Kalinin, un señor simpático con barba de chivo. Luego se pasa por la embajada británica, donde le alertan del espionaje y los micrófonos ocultos, y le dicen que no se crea la propaganda comunista sobre el apoyo popular al régimen o los logros de los planes quinquenales.



Sin embargo, a partir de entonces comienza una serie de viajes por fábricas y minas donde comprueba que el sistema soviético es mejor de lo que dice la propaganda capitalista. La producción no cesa, los tractores pueden convertirse en tanques... En las minas un tercio de las trabajadoras son mujeres, cosa que no existe en EEUU. La gente que trabaja más duro gana más dinero (estajanovismo), a lo que Davies pregunta si alentar la iniciativa no contradice la teoría comunista y es respondido con que el objetivo es el máximo de bienes para el máximo de gente. Algo en lo que también creen en EEUU.

Aunque un directivo de origen norteamericano le comenta que hay algo que no acaba de comprender. "Unos pocos parecen trabajar contra los demás". Pequeños descuidos que llevan dos meses de arreglar y bajan la producción. ¿Sabotaje?

Mientras tanto su mujer va de compras con la señora Molotov y su hija conoce a la hija de Litvinov. Sigue todo con una reunión diplomática con baile en la que hay embajadores de Alemania y Japón, se presentan más personajes, y Litvinov alerta a Davies de una "quinta columna" recordando las palabras de un mando fascista en la Guerra Civil Española: "Tenemos cuatro columnas frente a Madrid y una quinta dentro".

La advertencia no queda sólo en palabras. En poco tiempo son detenidos algunos personajes secundarios ("Es como si el FBI hubiese detenido al Tribunal Supremo y parte del Congreso"), y la película nos presenta los "juicios de Moscú" que fueron parte de lo que historiadores posteriores han llamado la Gran Purga de Stalin. Para el protagonista está claro que esos hombres eran traidores que conspiraban con Trotsky y los nazis, y que los juicios fueron limpios y con garantías. Aunque a nivel cinematográfico la puesta en escena tiene la puerilidad típica del Hollywood de la época (no estamos viendo un documental).

Interrogando a Tujachevsky.
Antes del juicio se nos ofrecen las reacciones airadas del mundo contra el malvado régimen soviético, incluyendo imágenes de archivo de un mitin nazi en Nueva York. Después vemos un desfile militar donde la hija de Litvinov aparece como paracaidista. El ejército es leal al gobierno y el gobierno se ha fortalecido con la purga de los traidores. Litvinov recuerda a Davies su discurso en Ginebra sobre la seguridad colectiva; la guerra sólo puede evitarse si las democracias dejan de hacer concesiones a Hitler, que ahora irá a por Austria y Checoslovaquia.

Davies visita Polonia, donde le advierten de que Hitler y Musolini han pactado el reparto de Europa y Austria será anexionada. Davies visita Austria y el ministro Schmidt le dice que Hitler ha dado su palabra de no anexionarse Austria y con eso le basta. En Yugoslavia no se fían de Hitler, y en Francia le dicen que tienen pruebas de esos planes de reparto entre los países fascistas.

Antes de regresar a Rusia decide consultar con banqueros holandeses, y estos le dicen que Alemania ha preparado su economía para la guerra y entrará en crisis si hay paz. Discurso de Roosevelt, nuevo desfile militar ruso, y Davies visita un hospital donde atienden a chinos heridos por un ataque japonés. En su cena de despedida para volver a EEUU le informan de que Hitler ha invadido Austria.

Pero antes de marchar aparece Stalin, fumando en pipa, para tener una conversación. Hablan de que Inglaterra y Francia están cediendo a todas les presiones de Hitler y que Checoslovaquia será invadida en breve. Ha llegado el momento de hablar claro: "Elementos reaccionarios en Inglaterra y Francia siguen la política de fortalecer a Alemania. Al mismo tiempo, en la prensa mienten sobre la fragilidad del ejército ruso y el desorden en la URSS. Su plan es forzar a Hitler a declarar la guerra a la URSS, y cuando los combatientes estén exhaustos vendrán para firmar la paz, el tipo de paz que convenga a sus intereses."

Nadie es profeta en su tierra
Prosigue Stalin: "Los gobiernos de Inglaterra y Francia no representan al pueblo. Al final los dictadores fascistas propondrán un trato demasiado exigente y los pueblos pedirán cuentas a sus gobiernos. Pero podría ser demasiado tarde."

Davies: "Si Hitler ataca Checoslovaquia y las democracias intervienen ¿Rusia se unirá a ellas?"

Stalin: "Tenemos un tratado con Francia, para luchar a su lado si interviene en Checoslovaquia. La URSS nunca rompió sus pactos. No romperá este. Pero no sacaremos las castañas del fuego a otros. O podemos confiar en nuestras garantías mutuas con las otras democracias... O podemos vernos forzados a protegernos de otra manera." Insinuando que está dispuesto a firmar un pacto de no agresión con Alemania.

Davies se marcha, pero entonces Inglaterra firma el pacto de Munich con Hitler y le entrega los Sudetes. A los cinco meses invade Checoslovaquia. Davies se entrevista con Winston Churchill, que entonces no era primer ministro, y es el único que quiere escuchar la idea de una alianza con Rusia. Tiene que convencerle de que el Ejército Rojo es uno de los mejores del mundo, a pesar de los informes en contra, y de que su segunda línea es tan fuerte como la primera: Las fábricas y el apoyo popular. "Si hay guerra, ese pueblo se comportará como un héroe. Sería de bobos subestimar su fuerza o su buena fe." ¿Y EEUU dejará de ser neutral?

Al final estalla la guerra, Francia cae, Inglaterra resiste, y en 1941 Alemania rompe su pacto de no agresión e invade la URSS. En EEUU se comenta que Moscú caerá en menos de seis semanas. Roosevelt anuncia que pedirá al Congreso ayuda material para Rusia, pero "si nos equivocamos los alemanes se la quedarán". Davies responde que cree que el Ejército Rojo puede derrotar a Hitler.

La labor de Davies no ha acabado. Es hora de revelar la propaganda fascista sobre Rusia. Escribe el libro en que se basa la película y emprende una gira de mítines, con un montaje frenético. Se nos muestra su discurso y el contrario, el de los que quieren hacer negocios con Alemania y Japón, los que no quieren enviar ayuda a Rusia por si Hitler gana y se enfada, los que no quieren entrar en guerra ni permitir que el gobierno reclute soldados. En el Madison Square Garden responde a las preguntas del público: "¿Qué pasó con Finlandia?" (en alusión a la famosa Guerra de Invierno) "Este señor sólo conoce una versión, ahora escuchará la otra. Sabiendo que Hitler atacaría, los rusos pidieron permiso a Finlandia para ocupar sitios estratégicos en la guerra contra Alemania. Ofreció a cambio el doble de territorio, pero el pronazi Mannheim lo rechazó y el ejército ruso entró."

En diciembre de 1941 Japón ataca Pearl Harbour. Eso cierra la campaña de Davies. Tenía razón y la guerra ha llegado. Ahora Litvinov es embajador soviético en EEUU y se han invertido los papeles. La película termina con un deseo de que esta sea la última guerra de todas y las generaciones futuras sólo conozcan la paz, con cierto tono religioso en el mensaje y escenografía.

FIN

Análisis final de la obra:

El cine siempre se ha usado para la propaganda, lo chocante es este ejemplo de ir a la contra de la propaganda anterior y posterior, por intereses tanto en un caso como en el contrario. ¿Tiene sentido rechazar esta película por esta razón, pero creerse las de propaganda contraria?

Inventos de la propaganda nazi contra Rusia, como un supuesto genocidio en Ucrania (que daría para un artículo extenso), fueron copiados después por EEUU y hoy son dogma de fe. Incluso puede ser delito cuestionarlos. Casi todos hemos pasado una época de creernos la propaganda de la Guerra Fría de que Stalin era lo mismo que Hitler. Pero si estudiamos un poco vamos a descubrir que no existe una sóla versión de los hechos, y en la versión "occidental" hay muchas cosas que no cuadran o interpretaciones maliciosas.

La Guerra Fría acabó en 1991. Ya hace tiempo que deberíamos examinar esta parte de la Historia de forma crítica y reconocer que se ha mentido a propósito. No podemos dar tanta veracidad a gente que trabajaba para la CIA, como Robert Conquest o Alexander Orlov. Algunos historiadores, como James Harris, ya hasta reconocen que la Gran Purga fue la respuesta a un temor justificado de invasión nazi y no un delirio paranoico que le dio a Stalin.


No hay comentarios: