08 diciembre 2009

El sueño de hierro

Hace unos años estaba dando una vuelta por la sección de libros de "unos conocidos almacenes" y mi mirada se posó en el lomo de una obra de Norman Spinrad (el autor de Incordie a Jack Barron) titulada "El sueño de hierro". Tomé el libro en mis manos, lo abrí, y en su primera página me encuentro con que se trata de un libro dentro de un libro; la primera página anuncia que en realidad vamos a leer "El Señor de la Esvástica", escrito por Adolf Hitler.

Tras la sorpresa inicial busco en el índice una referencia a Norman Spinrad, a ver si entiendo de qué va todo esto. Al final hay una especie de comentario crítico; un típico crítico pedante (el propio Spinrad parodiando a los críticos) con ramalazos psicoanalistas nos cuenta de dónde ha salido esto. Resulta que este libro ha sido escrito en un universo paralelo en el que Hitler emigró a EEUU en 1919, y allí se dedicó a dibujar para revistas de ciencia-ficción, eventualmente aprendiendo suficiente inglés como para convertirse él mismo en escritor. El Señor de la Esvástica se escribió en un 1953 alternativo, muriendo su autor poco después.

La novela de ciencia-ficción escrita por Hitler nos traslada a un futuro lejano en el que una guerra atómica contaminó los genes de la mayor parte de la Humanidad produciendo hordas de mutantes subhumanos, aparte de haber hecho retroceder la tecnología a un nivel entre medieval y post-apocalíptico tipo Mad Max. Todavía quedan verdaderos seres humanos, como el protagonista Feric Jaggar, puro y fuerte. Su familia fué exiliada tras una guerra, pero ahora vuelve a la República de Helder, basada en mantener la pureza racial contra los mutantes. Allí descubre asqueado que los mutantes pueden conseguir pases, gracias a la influencia de un mutante con poderes mentales situado en la frontera. En una taberna escucha a un hombre dar un discurso sobre la necesidad de cambiar las cosas. Feric resulta ser mejor orador y convence a una multitud para lanzarse contra los aduaneros y matar al mutante que está dejando pasar a los impuros.

Feric es nombrado líder de un Partido y viaja a la capital. En el trayecto se enfrenta a una banda de motoristas y desafía a su líder a un combate singular para quitarle el puesto. Lo vence y la banda le jura lealtad, convirtiéndose en los Caballeros de la Esvástica. Feric descubre que es el legítimo heredero al trono de Helder y organiza un golpe de estado. El ejército le respalda y las multitudes le aclaman en desfiles nocturnos con antorchas. Los mutantes son exterminados. Se redescubren las bombas atómicas y se hace la guerra contra los mutantes de Zind...

Más interesante que todo eso es la falsa crítica del propio Spinrad al final del libro. Se muestra condescendiente con el estilo ramplón del Hitler escritor, y alude a su fijación con los saludos fálicos con el brazo en alto, con las armas fálicas como un mazo con forma de puño (clara alusión masturbatoria), y la ingenuidad que supone pensar que un hombre puede hacerse con el poder de un país mediante esos desfiles y discursos. Eso nunca podría ocurrir en el mundo real. Por lo demás la URSS ha conquistado toda Europa y EEUU se ha aliado con el Imperio Japonés.

Spinrad estaba seguro de que su crítica contra los estereotipos proto-fascistas de la fantasía heroica (ya sabéis, héroes que son superiores de nacimiento a todos los demás y lideran a su pueblo en batallas contra seres inferiores y feos) sería entendida por cualquier lector. Para asegurarse de que hasta los que no supieran nada de Historia lo entendieran añadió la crítica pedante al final desglosando la psicopatología hitleriana. Y un día se encuentra una referencia en un fanzine que decía "He disfrutado mucho con esta novela de aventuras, lo que no entiendo es por qué el autor lo estropea todo al final con un rollazo sobre Hitler". Y aún peor, el Partido Nazi Americano recomendó la novela a sus militantes.

Si es que de donde no hay no se puede sacar.

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