03 diciembre 2009

Novela latina: el Satiricón de Petronio

Las novelas se inventaron hace siglos. Al principio la escritura se usaba para la contabilidad, el registro de hazañas guerreras y propaganda política, la poesía, la mitología, y los cuentos tradicionales que enseñan a comportarse como es debido. Con el tiempo y eso que llaman civilización los griegos decidieron hacer teatro para divertirse, y de ahí a la novela iba un paso. Que existieran novelas con propósito comercial antes de la imprenta es curioso. Los romanos les copiaron, pero han sobrevivido menos novelas latinas que griegas.

Una de ellas es el Satyricon de Petronius Arbiter. Escrita en el siglo I, más o menos en la época de Nerón, y atribuído (aunque la autoría es discutida) a aquel Petronio que era amiguete de Nerón y fué nombrado "árbitro del buen gusto" para asesorarle en fiestas y orgías varias. (Aparece en la peli Quo Vadis; si no la habéis visto esperad a la próxima Semana Santa)

El Satiricón es una especie de novela picaresca. El protagonista es un ex-gladiador llamado Encolpius, que vaga y vaguea en compañía de su esclavo y amante adolescente, Giton, y un amiguete y ex-amante suyo llamado Ascyltus. Al principio se dedican a hablar de temas educativos muy en boga en la época (la culpa es de los maestros o de los padres?), luego Giton se queja a Encolpius de que Ascyltus lo ha querido violar, se pelean, se reconcilian, se van al mercado a robar, deciden espiar los ritos de Príapo (el dios de la potencia sexual) pero les descubren las sacerdotisas. Estas les dan una paliza. Pero luego dejan que Giton desvirgue a una niña, porque es mejor que empiece con chicos jóvenes como entrenamiento, al igual que aquel atleta que empezó levantando un ternero todos los días y al final pudo levantarlo cuando era un toro. La escena será observada por Encolpius y una sacerdotisa a través de un agujero en la pared.

La historia prosigue con un banquete en casa de Trimalción, un liberto muy rico, y así se hace una sátira sobre los nuevos ricos, sus caprichos absurdos, y su pretenciosidad. Se sirven platos exquisitos con presentaciones ridículas. Luego Ascyltus consigue cepillarse a Giton, y al final se lo queda como amante, con lo que Encolpius se enfada y en pleno ataque de celos busca una espada para vengarse. Al salir a la calle un soldado le da una paliza y lo desarma. Siguen las reconciliaciones, nuevas peleas, desventuras varias, un viaje en barco y un naufragio, antiguos enemigos, nuevas amantes, confusiones, leyendas, magia y adivinación, y acaba con un testamento que ofrece riquezas a quien se coma el cadáver del muerto, con alusiones históricas al canibalismo ritual. Lo malo es que faltan partes del texto original.

El libro puede encontrarse en castellano. No es fácil de leer, como casi toda la literatura antigua que nos habla de cosas que no nos son cercanas, y viene con anotaciones a pié de página. Pero si alguien quiere saber cosas sobre la vida de la gente corriente en el Imperio Romano durante el siglo I es lectura obligada, y a pesar de sus momentos evidentes de parodia se aprende algo sobre el punto de vista de la gente de la calle sobre la sexualidad, la religión popular, la brujería, los esclavos, los libertos, y la vida del día a día.

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